Esta entrada va a dedicado a mi profesor Yeremias Huaman Villanueva.
Los cuatro hijos del matrimonio Manzini-Ferraz se la pasaban
sentados todos los días en el patio en un banco. El patio era
paupérrimo, solo de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos.
Cuando el sol se escondía tras el cerco, al esfumarse los idiotas
desventurados críos se sentían extrañamente gratificados. A los tres
meses de casados, Mazzini y Berta emplazaron su estrecho amor de marido y
mujer, y mujer y marido, hacia un destino mucho más trascendental: un
hijo..... Cuando el heredero llegó, a los catorce meses de matrimonio,
imaginaron consumada su felicidad. Pero al poco tiempo de nacer
empezaron los problemas con la salud del primogénito y las visitas del
médico empezaron a sucederse casi sin descanso
Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño que pagaba los
excesos del abuelo. Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en
la esperanza de otro hijo. Esta vez los padres cayeron en honda
desesperación. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el
proceso de los dos mayores. Más, por encima de su inmensa amargura,
quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Con los
mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Iniciaron
se con el cambio de pronombre: tus hijos. Berta continuó leyendo como si
no hubiera oído.Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa
forzada:—De nuestros hijos, ¿me parece?—Bueno; de nuestros hijos. ¿Te
gusta así? —alzó ella los ojos.Después de un tiempo de monótona y
pesarosa convivencia, nació así una niña. Si aún en los últimos tiempos
Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita se olvidó se casi
del todo de los otros. Con estos sentimientos, no hubo ya para los
cuatro hijos mayores afecto posible. Al cabo de un tiempo de fingida
armonía matrimonial, volvieron los reproches. No fue fácil convivir con
tantos hijos con problemaAl otro día
amaneció y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y
mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo
abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno
se atreviera a decir una palabra. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a
la sirvienta que matara una gallina.El día radiante había arrancado a
los idiotas de su banco. .. Rojo... rojo.. no dejaban de gritar como
marranos , al ver la matanza del animalBerta llegó; no quería que jamás
pisaran allí_;.....cuando más grandes eran los arrobamientos de amor a
su marido e hija, más crispado era su humor con aquellas monstruosas
criaturas .La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por
las quintas. Al bajar el sol regresaron; pero Berta quiso saludar un
momento a sus vecinas de enfrente. Su hija prefirió escaparse enseguida,
refugiáandose en la casa.Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la
cresta. Los cuatro idiotas, siempre con la mirada impasible, vieron
cómo su hermana lograba tolerantemente dominar el equilibrio, y cómo en
puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus
manos nervosas. Así la vieron mirar a todos lados, y buscar apoyo con el
pie para elevarse aún más. Así la mirada de ellos se había
confortado; una luz insistente e igualmente repetida iluminaba las
pupilas, casi transformándolos en bestias salvajes. No alejaban los ojos
de su hermana mientras una creciente sensación de voracidad feroz iba
modificando cada línea de sus rostros. Perezosamente se abalanzaron
hacia el cerco. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta.
Lentamente avanzaron hacia el cerco.La mama gritaba que la soltara,ó agitando
la pierna, casi en el aire , ya sin apoyo . "Mama, Papa" - decia casi llorando de angustia.Por un momento, Mazzini, desde la casa de
enfrente, pretendió oír la voz de su hija.—¡Bertita!Nadie respondió—¡Mi
hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al
precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso,
conteniéndola:—¡No entres! ¡No entres! Berta alcanzó a ver el piso
inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y
hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.La muerte de Bertita, es
apenas el punto más gravoso de una larga desventura familiar. . La
inteligencia no sólo pasa por aprender encontrar la solución a un
problema determinado, sino también por saber elegir el mejor momento
para resolverlo. Sin esto último todo se vuelve una reiteración nimia,
errada, ridícula, fatal.
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